Los laboratorios de deep learning muestran modelos con un billón de parámetros y montañas de GPU, pero cada nuevo avance requiere siempre más electricidad y dinero. El proyecto Aigarth de Qubic plantea una pregunta provocadora: ¿y si la ruta hacia la inteligencia artificial general (AGI) no pasara por centros de datos cada vez más grandes, sino por millones de CPU ordinarios trabajando juntos y evolucionando por sí mismos?