Desde hace dos años, Rusia muestra un crecimiento económico de más del 4%, una cifra que podría hacer palidecer a muchas economías europeas. Sin embargo, detrás de estos indicadores aparentemente sólidos, la realidad sobre el terreno es muy diferente: alta inflación, consumo degradado, escaseces persistentes. El país, en gran medida convertido en una "economía de guerra", parece estar alcanzando los límites de un modelo basado en el gasto militar y la renta energética.